se retira tras 36 crucifixiones y casi muere en la última

Miles de filipinos y algunos turistas presenciaron el macabro espectáculo, que se produce cada fin de semana de Pascua y que la Iglesia desaprueba oficialmente en este país asiático, el único de mayoría católica.

La multitud más numerosa se reunió en la provincia de Pampanga, dos horas al norte de Manila, la capital, donde Enaje fue crucificado por 36ª vez bajo un sol abrasador.

Fue su última crucifixión, afirmó a los periodistas minutos después de que le quitaran cuidadosamente los clavos que le atravesaban las palmas de las manos.

No puedo hacerlo más. Tuvieron que apuntarme con ventiladores solo para que pudiera respirar normalmente”, relató.

Las temperaturas alcanzaron los 39º C. Momentos antes de ser subido a la cruz, Enaje causó un susto a la audiencia al tropezar en una pendiente, “empujado un poco más fuerte de lo habitual” por un hombre que interpretaba el papel de un soldado romano.

No es la primera vez que el sexagenario menciona la idea de retirarse, pero esta vez los responsables locales designaron a su sucesor: Arnold Maniago, otro veterano del Viernes Santo con 24 crucifixiones en su haber.

Mientras tanto, procesiones de hombres jóvenes con rostros enmascarados por pañuelos, la mayoría de ellos de entre 20 y 30 años, desfilaron hacia la cruz flagelándose la espalda y los hombros.

Pero los látigos, cubiertos de puntas hechas de fragmentos de bambú, rara vez bastan para hacer correr la sangre en las cantidades deseadas.

Un anciano muestra una herramienta de madera incrustada con vidrio afilado, utilizada para escarificar las espaldas de los penitentes.

En la cola del cortejo, muchos niños siguen las procesiones. Uno de ocho años azota la espalda de un hombre con el torso desnudo tendido en medio del camino.

Uno de los penitentes recibe castigo hasta sangrar en San Fernando, Pampanga, Filipinas (REUTERS/Lisa Marie David)
Quienes se prestan a este rito son golpeados con cuerdas que quedan manchadas con su sangre (REUTERS/Lisa Marie David)

Para Mark Palma la flagelación es más que un acto de penitencia. Con la espalda en carne viva, el joven de 30 años explica que participa en el ritual de flagelación desde los 15 años, para rezar por la salud de una hermana nacida con una malformación cardíaca.

Raymond Ducusin, de 31 años, detalla que comenzó a flagelarse en 2022 cuando sus padres tuvieron problemas de salud. Aunque su padre ya falleció, no tiene intención de detenerse.

Más de 10.000 personas acudieron a las sangrientas manifestaciones del Viernes Santo en Pampanga, según los funcionarios locales de San Fernando.

(Con información de AFP)

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